Hoy a proposito de las nuevas discusiones sobre Catalanes y Españoles, os escribo que cosa pienso sobre la nacionalidad, los nacionalismos y demás... Permítaseme el galicismo "identitario" que expresa sintéticamente la identidad de grupo con bastante éxito. Recordad, siempre en mi opinión...:
...La familia es la primera, más
leal e íntima patria de un individuo. Además defiendo paralelamente que la definición de la palabra Nación, debe
entenderse siempre de modo dual: La primera acepción hace referencia original a
la faceta familiar, a la “Nación Cultural” a partir de ahora en este artículo. No se puede poseer una nacionalidad
distinta de la de los progenitores, aunque legalmente se posea una distinta (Nacionalidad
Jurídica, segunda acepción de Nación en este artículo) o ambos progenitores posean una diferente, juntos forman un unus que es la familia propia.
Aquí debe entenderse que Nación
puede ser un término jurídico que responde a un ordenamiento social, que no
necesariamente constituye identidad del individuo, pero que la demagogia tiende
con frecuencia a confundir a la población con los conceptos, Identidad-Nación(jurídica)-Territorio;
la otra posible visión es la Nación como una Identidad Cultural, por tanto, la
primera cultura identitaria nace dentro de la familia. No se puede poseer una
cultura distinta, si se puede tener una Nación (culturalmente hablando) más
amplia que la de otros miembros de la familia, pero siempre hay una base
identitaria común o si se prefiere originaria.
El concepto de Estado como
conjunto de Familias que comparten la misma Nación (culturalmente hablando) es
antiguo, y responde a un modelo social que no existe en la mayoría de países
europeos, y por extensión occidentales. En la Antigüedad, dicho estado creaba
un ámbito jurídico donde coincide plenamente la Nación (cultural e identitaria)
con la Nación (jurídica y política). La demagogia de la democracia occidental
moderna es mantener esta ilusión ficticia, para manipular la identidad de la
población, ya que en el control de dicha identidad, residen intereses
económicos y políticos.
Mucha gente se siente
intrínsecamente ligada a la legalidad, pero afirman no reconocerse dentro de
una Nacionalidad (la que les ha tocado), esto es porque, siguen pensando que
ambas acepciones de Nación son un solo concepto, pero notan en realidad, en su
fuero interno, la disyuntiva entre ambas.
La necesidad de legitimación
frente a una Nacionalidad (jurídicamente hablando) por ser foráneo, crea
ficciones, para manipular la propia identidad, la propia Nación (culturalmente
hablando) con tal de ser aceptado y manipular en la mente del resto de miembros
de la sociedad, que no exista duda al respecto (esto es legitimarse).
La proliferación de partidos
políticos nacionalistas (habitualmente reconocibles por confundir o aunar ambos
conceptos de Nación, jurídico y cultural, aún a costa de crear identidades
artificiales) es síntoma de una población inmadura políticamente y de bajo
nivel cultural-científico. Los partidos Nacionalistas, de este corte, asociados
a crímenes o no en el pasado, atentan contra uno de los pilares más sagrados
del individuo, la Libertad. La misma que afirman defender.
La Libertad se expresa en gran
medida por la capacidad de elección del individuo. Un elevado nivel
cultural-científico, ayuda a nuestra mente a comprender y asimilar conceptos
abstractos como el de Nación, su origen, su significado, su utilidad y sus
acepciones. Pero un Librepensador es el polo diametralmente opuesto de un
votante de un partido nacionalista, quien delega en la dirección ideológica
(voluntaria o involuntariamente, casi siempre ambas al mismo tiempo), la
construcción de su identidad, creando la sociedad dual, con elementos
Librepensadores que toman las decisiones político-jurídicas al mismo tiempo que
culturales e identitarias, asimilándolas en el mismo acto, y convenciendo a sus
representados de ser el único que defiende su Identidad Cultural.
La Identidad Cultural no debe ser
defendida, es algo que existe, y ni siquiera nosotros podemos cambiar al 100%,
dado que la infancia marca de modo indeleble muchas de las conductas que se
desarrollan en una etapa de madurez, donde sí podemos desarrollar un
pensamiento y filosofía propios.
Un Estado que ataca una Identidad
Cultural (ya sea colectiva o individual) está atentando contra la Libertad del
Individuo y está desvelando su capacidad de manipulación de la población. Los
argumentos en contra o a favor de determinadas Nacionalidades (cultural o
jurídicamente hablando, o ambas al tiempo) son una de las expresiones de
manipulación política más vieja de los modelos Monárquico, Oligárquico,
Aristocrático, Autocrático o Dictatorial, o cualquier modelo surgido de la
combinación de dos o más de ellos.
Esto no es malo ni bueno, siempre
y cuando la Autoridad del Estado reconozca su verdadera naturaleza y el
conjunto de la Sociedad acepte a sabiendas de que la realidad es así. Pero esto
no sucede en ningún Estado conocido de la Historia en el Pasado o en el
Presente, por tanto es utópico pensar en la bondad o maldad del sistema, que
siempre responde al interés de unos pocos.
Las Democracias Occidentales son
el modelo que más empeño pone en enmascarar su verdadera naturaleza, precisamente
porque quiere hacer gala de unos principios morales y éticos elevados, de los
que carece en gran medida. Estos Estados funcionan en su mayoría en Occidente como
Monarquías Oligárquicas o Repúblicas Oligárquicas. Con la diferencia de quien
representa el Estado, si un Funcionario Público Temporal o un Funcionario
Público Hereditario. Todos sin excepción poseen Bloques de Poder, que se
adueñan de unas ideas en oposición de otras, para tratar de convencer a la
Población que ya posee una Nación (jurídicamente hablando) por tradición
histórica o continuismo legal, que la Nación (cultural e identitáriamente
hablando) que representan en su partido es la común a todos.
En realidad cualquier Bloque de
Poder, representado por cualquier Partido Político de una Democracia Occidental,
sólo representa la Identidad de la Oligarquía que lo conforma, y de los
Intereses socioeconómicos que representan y a quien deben su existencia. (Sigo
sin criticar esto, sino su empeño por afirmar ser otra cosa). Evidentemente en
las Democracias Occidentales se depende del voto de la población, que nunca
servirá para representar debidamente a la población misma, sino que sirve para
cambiar o refrendar un bloque concreto de poder, que está a merced de las
circunstancias globales del modelo económico (en caso de las Democracias
Occidentales es el Capitalismo). La población queda relegada y marginada de las
decisiones, igual que en regímenes autocráticos o teocráticos.
Fdo.: EL BUEN PASTOR